sábado, 2 de julio de 2016

Cultura infantil y multinacionales. Cap 1 - Shirley Steinberg y Joe Kincheloe


Basta de secretos. Cultura infantil, saturación de Información e infancia posmoderna
 Dado que la infancia es una creación de la sociedad,  está sujeta a cambios cada vez que se producen importantes transformaciones sociales.
Uno de los cambios que ha sufrido la sociedad, y que repercutió en la infancia, fue cuando los niños debieron ser retirados de las fábricas para entrar a las escuelas. Además, se fue construyendo la idea social de ternura y responsabilidad adulta por el bienestar de los niños, como expresan Steinberg y Kincheloe.
Se creía también que la infancia era un derecho de nacimiento, y esta mirada tuvo como resultado una definición biológica, no cultural, de la misma.
Debido a los cambios sociales y culturales, algunos autores están comenzando a advertir sobre la influencia de esto en la concepción de infancia.
Antes se veía a las familias del niño de una forma ideal, conformados por un padre, una madre, viviendo juntos en un hogar. Pero, sin embargo, esto hay ya no es así, dado que actualmente hay madres solteras, matrimonios divorciados; lo cual evidencia que las familias han cambiado durante los últimos cincuenta años.

La crisis contemporánea de la infancia
La infancia se ha visto alterada debido a los cambios de las realidades económicas junto con el acceso de los niños a la información sobre el mundo de los adultos, como afirman Steinberg y Kincheloe.
Además, hay autores y artículos que hablan de una infancia perdida, que los niños crecen muy rápidamente, aislados, sin el acompañamiento de sus padres, del hogar, y en una comunidad fragmentada, inexistente y con familias ausentes.
Esta crisis de la infancia ocasiona un cierto terror por el peligro enfrentado en la sociedad.

Nuevos sitios de aprendizaje: las empresas comerciales como educadores
Entre los sitios de aprendizajes que provienen de las empresas comerciales, donde el poder se organiza y domina, pueden nombrarse las bibliotecas, la televisión, las películas, los periódicos, las revistas, los juguetes, los anuncios, los juegos de vídeo, los libros, los deportes, entre otros. Y ante esto el trabajo de quienes se especializan en la educación, debe remitirse a comprender el proceso educativo que requiere una examinación, tanto de la pedagogía en la escuela, como de la pedagogía cultural; y que la finalidad de esta comprensión sea constructiva.
Por otra parte, estamos atravesados por una revolución de la infancia, dado a que las empresas comerciales han sustituido las tradicionales clases dentro de las aulas y el trabajo en el interior de ellas, por “(…) muñecas con historia, reinos mágicos, fantasías animadas, vídeos interactivos, realidades virtuales, héroes televisivos de kick-boxing', libros de terror (…)” (Steinberg y Kincheloe, 2000: 3), que producen formas de entretenimiento creadas a aparentemente para los adultos pero consumidas por los niños, como afirman los autores. De este modo, estos sitios utilizan las fantasías y el deseo, mezclando las ideologías empresariales con los valores del libre mercado, procurando que el niño se convierta en un consumidor activo.
El deber de los padres, ciudadanos y educadores ante estas cuestiones, es responsabilizar a las empresas comerciales en sus influencias políticas y culturales que ocasionan en la infancia. También es necesario que ejercitemos nuestro poder personal y colectivo como sociedad, para lograr una transformación en los aspectos donde el poderío de las empresas comerciales nos dominan y nos oprimen (Steinberg y Kincheloe).
Ante esto, no debemos ir en contra de los productos ofrecidos por las empresas comerciales, autoexcluyéndonos y excluyendo a los niños de ellos, sino formulando estrategias y modos de resistencia que permitan comprender críticamente su relación entre la pedagogía, la producción del conocimiento; y la formación de la identidad y el deseo.

Situar la cultura popular en los estudios culturales
Los estudios culturales, con una preocupación a la dinámica del discurso del campo, brindan las posibilidades para abrir nuevas maneras de analizar detenidamente la educación de la infancia. A la vez permiten plantearnos una serie de interrogantes para la reflexión de la cultura infantil:
“¿Cómo personifican los niños la cultura infantil? ¿Cómo produce la dinámica de poder incrustada en la cultura infantil placer y dolor en la vida diaria de los niños? ¿Cómo consiguen los padres, profesores, psicólogos infantiles y profesionales de la infancia en general, de orientación crítica, una idea de los niños que dé cuenta del efecto de la cultura popular en su imagen de sí mismos y su visión del mundo?” (Steinberg y Kincheloe, 2000: 4).
Estos interrogantes permiten un nuevo dominio para el análisis de los estudios en la infancia, ya que, aportan tanto al debate especializado como al de los profesionales prácticos, al buscar diferentes opiniones que fueron dejadas de lado, como plantean los autores.

El valor de estudiar la cultura popular
Analizar la cultura infantil implica tomar conciencia de que la formación del niño y su infancia pueden estar atravesadas por diferentes cuestiones. Una de ellas son los cuentos de hadas que, cuanto más perturbadores y violentos son, mayor es la comprensión de los sentimientos que surgen y los forman en la temprana infancia y sucesivamente, en la edad adulta, como expresan los autores.
Es preciso favorecer los medios para la compresión de la cultura infantil, poniendo en descubierto las huellas del poder que dejan las empresas comerciales y sus efectos en las mentes de los niños. Además, debemos poner en cuestión el entretenimiento manipulador, racista, sexista y con rasgos de clases para los niños, que transmiten los productos de estas empresas comerciales, impulsando la violencia, las patologías sociales y psicológicas.
Las relaciones de poder que se transmiten en estas empresas comerciales son complejas y ambiguas, ya que, por un lado, producen placer en los niños, pero por el otro, reprimen y dominan la producción democrática de cada sujeto. A la vez, la cultura popular brinda a los niños experiencias emocionales intensas que a menudo no son iguales a otras de su vida cotidiana. Y esto repercute de tal manera en  los niños que deciden organizar su vida de la misma forma en que los productos que consumen, les  transmiten a ellos.

La alfabetización necesaria en la cultura de los medios y en la cultura popular en la hiperrealidad
La hiperrealidad presente en la cultura de los medios social, “exagera la importancia de los que ejercen el poder en todas las fases de la experiencia humana” (Steinberg y Kincheloe, 2000: 7). La existencia de la misma nos obliga a repensar sobre la alfabetización de los niños, ya que los que han sido educado por la cultura popular enfocan a la alfabetización desde un ángulo muy diferente
 (Giroux).
La alfabetización en los medios se convierte, como afirman Steinberg y Kincheloe,   “en una destreza básica necesaria para negociar la propia identidad, los valores y el bienestar en la hiperrealidad empapada de poder” (2000: 7).
Realizar una comprensión critica demanda que no siempre los niños desarrollen la capacidad de para interpretar los significados de los medios, sino que comprendan de qué forma ellos mismos consumen e invierten en los medios, como afirman los autores. Esto permite tanto estimular el pensamiento  crítico como el autoanálisis, ya que los niños pueden comenzar a darse cuenta de que las decisiones cotidianas no siempre se realizan de manera libre y racional. Sino que están cargadas de la producción de deseo y estado de ánimo.

¿Demonio o ángel? Los impulsos comerciales y democráticos de la televisión
La cultura infantil de los medios que es dictada por los intereses comerciales, solo se interesa por sus propios márgenes de beneficios, en vez de preocuparse por el bienestar de los niños, como expresan los autores.
La cuestión, dicen los autores, es ver cómo la cultura infantil sirve como un mecanismo de reproducción ideológica, una fuerza social que produce significados particulares que inducen a los niños (y a los adultos) a interpretar los acontecimientos dentro de un rango especifico de posibilidades.
Es preciso que podamos comprender, en la dinámica de poder de la cultura infantil, las acciones de los pequeños desde una perspectiva nueva.
Los productores de las empresas comerciales tienen la capacidad de  capacidad para influir en zonas profundas de la vida privada de los niños, para desestabilizarlos constantemente. Del mismo modo, algunos productos como juguetes, películas, televisión, juegos de vídeo, moda; intentan volver a estabilizar identidades nuevas por medio del acto de consumo, como afirman los autores.
Por otra parte, “el estudio del poder con relación a los niños y la cultura infantil contemporánea proporciona una herramienta conceptual para criticar las prácticas sociales, económicas y políticas”  (Steinberg y Kincheloe, 2000: 10) y explicitar por qué los medios limitan las elecciones vitales de los niños.
Es así que debemos poner al descubierto estas fuerzas invisibles que influyen y moldean la vida de los niños.

El poder de las empresas comerciales y la cultura infantil
Según los autores, las empresas comerciales y el sistema de libre empresa que protegen su derecho a actuar en la manera que consideren más adecuada, influyen en los momentos familiares de los niños, reproduciendo en ellos conductas e ideologías.  Ante esto, los adultos debíamos cuestionar  a las empresas comerciales, en cuanto a su acciona de regulación e interferencias, en todos los aspectos de la vida de los niños a través de los productos, como propagandas, medios, de dichas empresas.

El poder para representar: el revisionismo histórico de las empresas comerciales
Tan poderosas son estas empresas comerciales, expresan Steinberg y Kincheloe que pueden reescribir la historia norteamericana para que se acomode a sus necesidades ideológicas particulares y se reproduzcan así en nuestra cultura.
De este modo, con las sociedades al mando y dominio  de la televisión y de otras formas de producción de información y entretenimiento, estas empresas han conseguido un enorme poder para representar el mundo tanto a los niños como a los adultos, como afirman los autores.
Tanto las empresas comerciales nacionales como las internacionales ocupan y tiñen en la actualidad los procesos mentales, estableciendo así un dominio de la conciencia. Las mismas, afirman los autores, se han convertido en colonizadoras del nuevo milenio, y se encargan de ocupar la mente humana.

Cambiar la infancia vía la cultura infantil/popular
Los autores afirman que la infancia ha cambiado, y esto se debe, en parte, por el contacto que los niños tienen con la cultura infantil y otras manifestaciones más adultas de la cultura de los medios. Dicha cultura infantil, junto con la  cultura popular adulta ejecutan influencias afectivas específicas, “componiendo mapas que aparecen en los contextos sociales en los que los niños la encuentran” (Steinberg y Kincheloe, 2000: 13).
Además, tanto los programas televisivos, como las películas, los juegos de video y la música, constituyen un dominio privado de los niños en la actualidad. Y, dado este acceso de los niños a la cultura popular durante fines del siglo XX, las nociones tradicionales de la infancia concebidas como un tiempo cargado de  inocencia, docilidad y dependencia del adulto se han debilitado.

El dilema de la infancia postmoderna
Los autores afirman que, esta nueva realidad presenta a los adultos, padres y profesores, un problema complejo que es el dilema de la infancia posmoderna.
En ella se observa un gran acceso de los niños contemporáneos a la cultura infantil comercial y a la cultura popular. Y esto no solo los motiva e impulsa a convertirse en consumidores compulsivos, sino también a dañar su inocencia.
Steinberg y Kincheloe mencionan que este:
 “acceso infantil al mundo adulto por los medios electrónicos de hiperrealidad ha pervertido la consciencia de sí mismos de los niños contemporáneos como entidades incompetentes y dependientes. Esta percepción de sí mismos no se compagina bien con instituciones como la familia tradicional o la escuela autoritaria, basadas ambas en una concepción de los niños como seres incapaces de tomar decisiones por sí mismos” (2000: 13).
Ante esto, la tarea que nos convoca es, como dicen los autores, desarrollar la educación y las destrezas para tratar esta revolución cultural de una manera que enseñe a los niños a dar sentido al caos de información en la hiperrealidad.
En este contexto, es preciso que la escuela se convierta en un espacio donde pueda elaborarse el significado y donde sea posible lograr la comprensión y la
Interpretación de la información que presentan los productores de las empresas comerciales.

La reacción: odiar al niño listillo
Los autores dicen que el niño postmoderno es un listillo, y mencionan que a menudo se lo suele presentar en la cultura popular como "despabilado". Y, a estos chicos listos sabelotodo, los autores afirman que con frecuencia es fácil odiarlos, ya que estos niños con poder constituyen una supuesta amenaza para los adultos y un temor que se pone de manifiesto en diferentes  películas de terror, como “El Exorcista”, “Estoy vivo”, “La profecía”, entre otras.
En cuanto a esto, Steinberg y Kincheloe mencionan que “hay algo espantoso para el orden establecido en el niño sabio que descubre la vida ‘fuera de orden’ a partir de la televisión y otros medios electrónicos” (2000: 15).
Y afirman también que estas películas como Halloween y El Exorcista son artefactos culturales que expresan  algo que implica un temor a los niños con conocimientos. Y de este modo surge una cuestión importante en la historia reciente de la infancia, la cual es que “los padres adquieren miedo al monstruo latente en todos los niños, un temor a aquello en lo que sus hijos pueden convertirse” (Steinberg y Kincheloe, 2000: 15).

Valores familiares y La fría realidad de la violencia en las familias y entre los niños
Los autores mencionan que aunque podamos destacar los problemas internos de los discursos sobre los valores familiares y la defensa del menor y deplorar el miedo u odio a los niños que encontramos en los resquicios del inconsciente público, no debemos dejar de lado las dificultades de la crianza infantil y las frustraciones de los padres y los docentes actuales. Afirman que la delincuencia infantil y juvenil es un hecho de la vida que continúa incrementándose cada vez más en la sociedad.
Esto se debe a que, como dicen los autores, hoy en día los niños se encuentran cada vez más implicados en actos de violencia. Y por esto es que la cultura infantil y la cultura popular en general constituyen una dinámica social que lleva a la violencia de los jóvenes y niños.
De este modo, la cultura infantil violenta privilegia y potencia la violencia como la forma más efectiva de solución a los problemas o inconvenientes en la vida cotidiana de los niños, como lo expresan los autores. Y así es que “las presiones de la competencia empujan a los patrocinadores de televisión infantil y los productores de la cultura cinematográfica infantil a elaborar productos más violentos que den mayores beneficios” (Steinberg y Kincheloe, 2000: 18).
Además, a través del establecimiento de reglas para el desarrollo de la televisión interactiva, por parte de la industria de los famosos juegos de video, se transmiten nuevas maneras de violencia estética que se manifiestan en contextos racistas y sexistas. Y todo esto es internalizado en los niños, los cuales reproducen en sus conductas el contenido violento de dichos juegos.
Ante esto, Steinberg y Kincheloe afirman que “algunos niños imitan las acciones de los personajes interactivos, aunque comprendan bien el carácter fantástico de los juegos y los vídeos” (2000: 18) y así reproducen la violencia de los medios en su vida. De este modo es que, las imágenes violentas de los juegos de video, la lucha, el cine o la televisión pueden hacer surgir patologías escondidas en el inconsciente de los niños, mientras que otros pueden mostrarse insensibles ante ellas.

Cultura infantil y problemas de justicia
Los autores afirman que el análisis actual de la infancia debe ocuparse de los problemas de las injusticias relacionadas con la raza, la clase y el género que atacan a segmentos de los niños que conforman el público de la cultura infantil y determinan el formato de los medios.
Mencionan también que, frecuentemente, la cultura infantil debe brindar un necesario escape de estas duras realidades.
Por otra parte, coincidiendo con Steinberg y Kincheloe, es posible señalar que la cultura de los medios para niños muy pocas veces toma en consideración la perspectiva de los pobres y de los marginados por motivos de discriminación raciales o étnicos. Es así que, la cultura infantil frecuentemente se niega a establecer un cuestionamiento de las estructuras de poder patriarcal o proporcionar puntos de vista diferentes sobre el mundo, como lo expresan los autores. De este modo, en la cultura infantil, los "buenos” casi siempre son hombres blancos que combaten por una causa justa.
Y en estas cuestiones es posible advertir que la cultura infantil ignora las experiencias de desigualdad económica y las experiencias de comprensión de la opresión que soportan, toleran miles de niños (Steinberg y Kincheloe).

Cultura infantil con raza
Los autores mencionan que los anuncios televisivos establecen una realidad de clase media con las características de las personas blancas, como los modelos a seguir, y rechazando ocultamente a los sujetos con otros colores de piel. Así, por ejemplo, Steinberg y Kincheloe mencionan que los anuncios infantiles que recurren a actores no blancos reproducen, sin que sus observadores puedan notarlo, jerarquías raciales que privilegian a los blancos.
Cultura Infantil con género
En cuanto a la cuestión del género, los autores mencionan que la cultura infantil conserva una gran diferenciación de género femenino y masculino. Y dicen que promueve roles de género perfilados y estereotipados, que inconscientemente interiorizamos y reproducimos. Esto puede verse, por ejemplo, en los juguetes de las niñas como las cocinas que proporcionan ideologías sobre las tareas de las mujeres en el hogar y las exigencias de la maternidad, a través también de las muñecas. Y en el coso de los juguetes de los niños, estos contienen efectos de sonidos de motores y armas. Esto marca estrictamente diferencias en cuanto al género femenino y masculino, ya que impone a través de productos o imágenes los roles que cada uno debe cumplir.
Por otra parte, el género también se transmite en las películas como El Rey León y La Sirenita, ya que en ambas los personajes femeninos están subordinados por los masculinos, como afirman los autores. En el caso de El rey león, se observa que todos los jefes son varones, receptores del derecho patriarcal; y las leonas no tienen ningún poder.
Esta forma patriarcal que se muestra en las películas  tiene importantes y graves  implicaciones para las mujeres, pero también distorsiona el desarrollo masculino.

¿Qué hacemos? Repensar la educación de niños y niñas
En la medida en que podemos empezar a entender  estos problemas, nos veremos enfrentados con la necesidad de realizar una re-conceptualización de la educación de niños. Y para esto, debemos introducir a los niños en una educación crítica, que como dice Freire, se interese por el conocimiento y las instituciones que ellos mismos lleven a la escuela. Esto implica que los educadores puedan estudiar y analizar críticamente la cultura infantil, los efectos sobre sus consumidores, y su relación con el deseo, como lo afirman los autores.
Este interés en conocer a los niños, a través de una pedagogía de este tipo, nos brindará  un acceso más cercano a su consciencia así como a su percepción de sí mismos y del mundo. Para que de este modo, se puedan construir  nuevas formas de aprendizaje y nuevas ideas y miradas sobre la construcción de la infancia contemporánea en torno a las cuales sea posible reestructurar las escuelas y volver a pensar el rol de los padres en la hiperrealidad (Steinberg y Kincheloe).